
Terapia de transmutación
Alejandra Castro
Una pareja de esposos se encuentra en un consultorio para su respectiva terapia de transmutación. Discuten, deliberan sobre su relación, la escalera que construyó Claudio en las anginas de Micaela, y la función de la terapia en sociedad.
PERSONAJES
Micaela: 36
Claudio: 43
Escena: Sala de terapia, un largo sillón de tres piezas. Mandalas y fragmentos de la Cábala enmarcados en las paredes.
Mientras el público se sienta, vemos a Micaela y Claudio, cada uno sentado en un extremo del sillón. Hay un lugar “reservado” para el terapeuta.
Micaela lee La insoportable levedad del ser. Claudio revisa su celular, termina algo, estira su mano para tomar la mano de Micaela; ella se reacomoda y quita la mano, sutilmente y en automático. Claudio queda incómodo, sin saber qué hacer con sus manos. Vuelve al celular.
En cuanto el último espectador se sienta, los dos se reacomodan. Micaela estira la mano con movimientos muy ligeros; Claudio la toma apresuradamente, ambos sonríen.
Claudio: Hay mejoría: estamos…
Micaela: Sinérgicos.
Claudio: … Armónicos.
Micaela: Felices (silencio) Yo no me sugestiono fácilmente…
Claudio: … Para nada, en absoluto.
Micaela: Pero “la verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia”.
Claudio: ¿Sócrates?…
Micaela: Bueno… lo que alguien dice que dijo Sócrates; él no dejó nada escrito.
Claudio: Jajaja, ¡ese Sócrates!; estamos mejor.
Micaela: MUCHO, mejor.
Claudio: Como antes.
Micaela: Como nunca…
Claudio: ¡Salvó nuestro matrimonio!
Micaela: Al principio me sonaba inverosímil, pero...
Claudio: ¡No sé ni a qué seguimos viniendo!
Micaela: Es una simbiosis, como usted lo dijo…
Claudio: ¡Es un milagro! Usted hace milagros; le va a llegar gente.
Micaela: Como si Claudio fuere una bacteria en mis intestinos; bacteria buena, claro, un lactobacilo, como Yakult.
Claudio: Funciona.
Micaela: … Funciona.
Claudio: Simplemente funciona.
Micaela: … Su método (pausa) funciona.
Silencio.
Claudio: Porque no es: “qué siento” como en otras terapias…
Micaela: … Exacto: no es terapia.
Claudio: Es lo que pasa, y pasa.
Micaela: Y ya no importa cómo me siento.
Claudio: No, de verdad no importa en absoluto, mientras estás experimentándolo, nada importa. (Transición) No exagero tampoco, he asesorado figuras muy, y enfatizo, MUY relevantes…
Micaela: Todos están casados.
Claudio: Todos necesitan terapia. La pareja ha cobrado una importancia ¡bárbara! en la política.
Micaela: (Irritada) Pueden beneficiarse de un proceso semejante.
Claudio: ¿Firmaría un acuerdito de confidencialidad?
Micaela: El país puede beneficiarse de que ellos se beneficien de un proceso semejante.
Claudio: ¡Bah! No creo que haga falta; siendo una terapia, igual sería redundante, por el juramento hipocrático, ¿cierto? ¿Ustedes también lo hacen? Pero espero no le moleste ir a dar terapia a domicilio, no sé, por… Los Pinos, más o menos.
Micaela: Sí… Perdón, Clau, no es “terapia”, cariño. No lo ofendas así.
Claudio: Lo sé. Es muchísimo más: sublimación, superación; digo, no, no “superación” tipo Coelho; no, no, no pero sí mejoramiento, como en una empresa…
Micaela: No es que ir a terapia tenga nada de malo...
Claudio: En absoluto, nada, nada…
Micaela: Es sólo que somos un tantito más complejos de lo que requiere una pareja normal.
Claudio: No pude decirlo mejor.
Micaela: En casa lidiamos todo el día con los temas más difíciles del país.
Claudio: Por mi trabajo.
Micaela: Pobreza de la extrema.
Claudio: La educación, las privatizaciones, los matrimonios gays…
Micaela: Corrupción, el narco, asesinatos.
Claudio: … De eso no tanto… pero sí algo… un poco, un poco.
Micaela: Y es imposible, ¿sabe? Hablar de eso todo el día y luego reintegrarte a la vida real como si nada. Yo no puedo, soy muy sensible. Me da culpa de todo, me siento mal; no puedo dejar de sentirme como involucrada.
Claudio: Mika tiene mucha conciencia social, demasiada.
Micaela: ¿Pero qué hago? Tengo que ir a todas esas fiestas ¿y qué voy a hacer? ¿Pasármela mal?
Claudio: Es mi culpa, tengo que asistir a todo tipo de reuniones, eventos, cocteles…
Micaela: Es desgarrador pasar el día entre charolitas de canapés y vinos. A nadie allí le importa un carajo nada de lo que pasa; no podría serles más indiferente. Los veo allí, comiendo camarones y hablando de lo que sea… Es agotador.
Claudio: Para hacerte de un nombre como asesor político es importante que seas flexible con tus contactos, y necesito a Mika de mi lado.
Micaela: Llega el punto en que sólo pido: déjenme llegar a mi casa, servirme un vino, tomar un libro, meterme a la tina, poner unas sales, algo de música y ya. Es todo lo que quiero. No te queda energía para más ¿y mis poemas? Estaba dejando de escribir de tanta culpa. No puedo distraerme de mi trabajo.
Claudio: Es agotador. Desgastante…
Micaela: Yo no entendía cómo podía Claudio ̶ mi Claudio ̶ ser tan indiferente. Yo sentía asco a media semana; no me cabía ni un coctel más.
Claudio: Por eso buscamos un proceso para cuerpo y mente.
Micaela: Y espíritu… Los clientes de Claudio necesitan una visión más espiritual del mundo. No vamos a recomendarlo sólo por usted; ¡por ellos! A ver si se les prende el corazón, que se sientan mal como uno, como la gente.
Lo que ha hecho por nosotros nos trae una paz que de verdad, de verdad necesitábamos. Yo ya no podía ni comprar el súper en paz, pensando que si otros no tienen qué comer, no es forma de vivir.
Claudio: Es la mejor terapia del mundo.
Micaela: ¡Y dale, Claudio! Estás insultando el trabajo del doctor, reduciéndolo a una “terapia” como si no tuvieras pruebas irrefutables de que es más que eso.
Claudio: Para fines prácticos, Mika, para recomendarlo con mis clientes, el doctor es un terapeuta, ¿no?
Micaela: Es un trabajo psico-metafísico- muy serio.
Claudio: Pero se llama terapia...
Micaela: A ver, Clau. La terapia es una idea vertical, ¿sí? Y lo que el método nos está enseñando, es que un enfoque vertical es tendenciosísimo, en cosa de nada se torna súper,-mega-hiper pretencioso y soliloquista; por eso las “terapias” no funcionan, porque en los cuerpos emocionales, en las interacciones humanas, pues no hay un mejor o un peor, no hay arriba o abajo, no hay un ciento-porciento bueno o ciento-porciento malo.
Claudio: Relativo. Todo, todo es relativo.
Micaela: Exacto. La vida es un viaje, como dice el doc, una experiencia… Algunos tienen que aprender de arte; otros de hambre y pobreza; es la lección que les toca.
Claudio: Precisamente.
Micaela: Y el doc, ya nos explicó, tú y yo escogimos viajar juntos.
Claudio: Siempre juntos.
Micaela: Del lugar en el que estábamos (al cual no juzgamos, no tiene naaada de malo)...
Claudio: (Repite mecánico casi como un rezo) … Amamos lo que somos, lo aceptamos y honramos nuestro pasado.
Micaela: Al lugar al que queremos llegar.
Claudio: … Que no idealizamos.
Micaela: No es mejor. Sólo queremos ir un rato. Yo sólo quiero estar contigo. Día a día me reafirmo eso: todo por estar con Claudio.
Claudio: ¿Ve?, jaja. Yo no sé para que seguimos viniendo… si esto funciona tan bien. (Muy emocionado con infantil alegría) Por cierto, ¡Mika! no le has mostrado tus anginas.
Micaela: Ya sabe…
Claudio: No lo ha visto, deja que lo vea.
Micaela: No es sesión de transmutaciones…
Claudio: No vamos a trasmutar nada, sólo muéstrale lo que hice.
Micaela: ¿Hiciste?
Claudio: Hicimos.
Micaela: No, cariño.
Claudio: Vamos…
Micaela: Al rato… Compramos su libro del camino de la enfermedad.
Claudio: ¿A quién más se lo voy a mostrar, Mika?
Micaela: Clau, no, bebé…
Claudio: Mika…
Micaela: Es mi cuerpo, si no quiero mostrarlo, no lo muestro.
Claudio: Pero es nuestro, son nuestros cuerpos, ya no son sólo tuyo o mío; es lo hermoso de la tera… el procedimiento.
Micaela: (Cambiando de tema, al terapeuta) Clau es el más cumplido con la bitácora (Claudio suelta la mano de Micaela, saca una libretita negra y una pluma, y apunta algo). Apunta todo, a veces cuanto llega, dice “quiero transmutar” y zaz, una lista kilométrica. Y yo, de: bájale, no se puede tanto, bebé. (De reojo nota que Claudio está apuntando) No entiendo por qué quiere transmutar la mitad de las cosas que transmutamos. Digo, uno pensaría que aprovecharía la oportunidad para hablar de él, no sé, o de las cosas de su trabajo… Porque yo sé que se hace el indiferente, pero, ¿a quién puede serle indiferente saber las cosas que él sabe? De primera mano. Pero no, nunca quiere transmutar nada sobre él, sobre lo que siente o lo que piensa; ni cosas de ahora o su infancia. Nada. Casi siempre quiere hablar de mí… Claro que me siento halagada, pero no creo que sea sano, ¿verdad? Digo, Claudio tiene que ponerle más atención a Claudio; es la única persona de la cual es responsable al final del día; tiene que darse tiempo para él.
Claudio: Yo sé, cariño.
Micaela: ¿Ve? … ¿Lo transmutamos?, digo, estamos aquí.
Claudio: No es sesión de transmutar.
Micaela: ¡Clau!
Claudio: No me digas a mí, decide el doc.
Micaela: Nosotros decidimos. Éste es nuestro espacio de trabajo.
Claudio: ¿Qué dice, doc?
Micaela: ¿Qué dices tú? ¿Qué dice Claudio? ¿Qué quiere Claudio? Es lo que a mí me importa. Lo que más me importa en el mundo.
Claudio: (Ignorándola, le habla al terapeuta) ¿Sabe quiénes necesitan esto? No diré nombres, pero ella era actriz en una telenovela de morritos y él viene de familia con tradición política. Los asesoré durante la campaña, toda la boda, hasta el nacimiento del bebé; pero allí nomás no hay química, se nota a leguas. Puedo hablar con la mamá de él, y ella hará que vengan a verlo desde la próxima semana...
Micaela: ¡Va! Le muestro, si con eso se te quita lo raro.
Claudio: No estoy raro.
Micaela se para, camina hasta la silla del terapeuta, muy dignamente.
Claudio: ¿Mika?... No tienes qué.
Micaela se hinca frente a la silla, poniendo la cabeza a la altura de donde estaría el regazo del doctor.
Claudio: ¿Qué haces, Micaela? ¡Párate, por Dios!
Micaela: Ahora no quieres que le muestre…
Claudio: Sí… digo… no, si es incómodo para ti…
Micaela abre la boca, como mostrando las anginas en el consultorio de un doctor.
Micaela: (Alterna entre hablar y mostrar las anginas sacando la lengua) ¿Ve? Al fondo. Detrás de la campanilla. Me puso una escalera.
Claudio: No lo digas así…
Micaela: Cuando quiere algo, Clau está lleno de recursos. No tengo idea de dónde sacó las cosas para soldarme una escalera.
Claudio: Dijiste que no te incomodaba. Dijiste que no dolía. ¡Fue tu idea! Dijiste que si hacía más fácil mi descenso, te daba gusto hacerlo por mí.
Micaela: ¡Cómo voy a arriesgarme a que te caigas! ¿Eh? ¿Has pensado en eso? ¿Qué pasa si te caes y te trago?
Claudio: ¿Te preocupa?
Micaela: Claro que me preocupa, imbécil. No dejo que cualquiera se me meta por la boca y se siente en mi corazón y redecore mis entrañas como se le antoje.
Claudio: (Muy orgulloso) Puse el tapiz verde.
Micaela: ¡Me caga el papel tapiz! Me parece de casas clasemedieras pretenciosas de la Del Valle.
Claudio: (Asombrado) No lo sentía, (con incredulidad, al terapeuta) no sentía nada de eso…
Micaela: Ya lo noté…
Claudio: Pero para eso es la terapia. (Al terapeuta) hicimos algo mal, ¿cierto?
Micaela: ¿Qué estamos haciendo?
Claudio: Tratarnos. Vinimos a te… a buscar ayuda.
Micaela: Esto es peligroso, Claudio.
Claudio: No, no es… es difícil, es un esfuerzo. Pero vale la pena.
Micaela: ¿Por qué lo hacemos?
Claudio: Por nosotros.
Micaela: ¿Porque se siente bien? ¿Arriesgamos todo, sin preguntarnos sobre las consecuencias, porque tenerte dentro de mi cuerpo se siente bien?
Claudio: Se siente increíble… Pero no, no es por eso. Es porque nos une.
Micaela: No sé si me siento más unida.
Claudio: ¿Qué? No me puedes salir con eso Micaela… Esto es real, te consta; ya lo hemos dicho: lo que sientes no importa porque sabes que es real…
Micaela: Cuando estás dentro, todo parece correcto: tengo tu optimismo, y todo se ve tan fácil, tan casi perfecto… Pero desde que hacemos esto no aguanto que estemos separados. Las horas que no sé qué haces, no sé qué piensas, no sé de qué cosas terribles hablas y con qué personas horrendas estás, me vuelven loca. Siento que te conozco más. No hay forma de que no sea así, ¿cierto? Transmutamos todo… Pero no tengo idea de qué apuntaste de mí, ahorita, cuando no quise mostrarle la escalera. No sé qué escribiste… y… Me pregunto si está funcionando.
Claudio: Tenemos evidencias, tú lo dijiste. No es como cualquier terapia mediocre, es real, allí está la escalera, ¡por Dios!
Micaela: No porque sea real es buena idea, Clau.
Claudio: Lo haremos una buena idea. (Le da la libreta a Micaela. Micaela lee emocionada.)
Micaela: ¿Lo transmuto?
Claudio: Por favor.
Micaela: (Leyendo. Dice la fecha y hora del montaje) Micaela tiene el cabello recogido, está molesta, y se ve hermosa. Primero se negó a mostrarle al terapeuta la diminuta escalera de metal que he soldado en su boca; argumentará, dirá que es su cuerpo, que no quiere; es uno de sus berrinches, le gusta llevarme la contraria, como una niña rebelde… ¡Oye!…
Claudio: Sigue…
Micaela: … Pero luego, igual de caprichosamente de la nada accederá… no sé.
Claudio: … Nunca entiendo por qué haces esas cosas.
Micaela: No sé por qué es así, y no quiero saberlo, ésa no es la razón por la que vengo a terapia. No quiero entenderla. El día que la comprenda dejaré de amarla tanto. Después de su berrinche me dejará hacer lo de siempre.
Solemnemente, en trance, ambos se paran. Claudio se acerca hasta Micaela, y con una mímica hace como si tomara algo de su corazón y lo pusiera en la boca de ella.
Micaela: (Leyendo) Salgo por mi corazón y entro por su boca.
Claudio: Salgo de mi cuerpo, y entro en la boca de mi esposa.
Micaela suelta la libreta de un golpe, hace gestos y respira como si se ahogara, sintiendo que Claudio lentamente entra en su cuerpo.
Claudio: ¿Estás bien?
Micaela: (Entre ahogos)… sigue.
Claudio: Voy bajando por la lengua de mi esposa, cuidando de no resbalarme. Para evitar caerme, encajo alternadamente la punta de mis zapatos entre sus papilas gustativas, y avanzo con delicadeza, ladeando el pie conforme su lengua se empina. No es feliz, mi trabajo la avergüenza, por más que ambos decimos que así podremos hacer una pequeña diferencia, por más que le doy tiempo para sus estudios y sus talleres y sus poemas, y sus sueños; por más que ya no presiono con los hijos. (Micaela comienza a dejar de ahogarse, y respira hondísimo como alguien que acaba de salir del agua) No es feliz. Lo veo desde adentro.
Micaela: Pensé… pensó… tensó… pensamos, ambos pensaron que la terapia les daría el impulso para seguir, seguir juntos, que es lo que ambos realmente quería… querían… queríamos. Lo que realmente querían querer.
Claudio: La lengua se ha enarbolado demasiado. La única forma de seguir descendiendo es recostarme y deslizarme poco a poco, como se bajaría de un arenal muy empinado.
Micaela: (Entre ahogos y tos) Me falta el aire, a Micaela le falta el aire porque casi no sale, casi no habla, casi no vive, porque tiene casi todo el día a Claudio atorado en la garganta. A Claudio le falta el aire porque en la boca de Micaela no hay oxígeno. Yo/nosotros (¿?) No soy Micaela ni Claudio… yonostros no sé quién soy. Pero tampoco soy algo feliz.
Claudio: Semi-recostado, en cada mano me cabe una papila, puedo agarrarme de ellas y ayudarme a evitar la caída libre hasta que llegue a la escalera que instalé hace unos días. He notado que a cada incursión dentro de Micaela voy menguando; al asirlas, las papilas se aplastan y se comprimen soltando saliva. El primer viaje medía como seis centímetros, pero hace unos cuantos pasos que estoy seguro de haberme reducido hasta los milímetros; me resbalo sin control, tratando de sostenerme. Me aferro, una y tras otra las papilas gustativas se estrujan, y yo voy perdiendo masa a una velocidad impresionante. Es como intentar asirse de un mar de esponjas; se me escurren entre las manos, y caigo… caigo sin control. Temo volverme microscópico, confundirme con sus células. Lo temo y lo deseo: ser una célula, eficiente, involuntaria, sin culpas. Eso debe ser más fácil.
Micaela: Claudioela o Miclau, un solo organismo con más de un alma, más de un corazón… una república.
Claudio: Una célula más, parte del sistema, en pro del sistema sin zonas grises, sin dudas, sin corrupciones, seguro de tu trabajo y de tu aporte.
Micaela: Claudioela o Miclau…
Claudio: La saliva escurre a mares, se cuela hasta mis calcetines. No puedo tomar tantas papilas como necesitaría para evitar caer. Es aterrador. Es mi parte favorita. Caer. Es la parte adictiva, coqueteo con la muerte, la idea de fundirme, perderme, en ella… mi parte favorita, desde la primera vez… Pero caigo siempre en el mismo cuarto.
Micaela: Micaela se pregunta por qué cae Claudio siempre en su corazón. Un día, si se descuida, ¿caería en el hígado? ¿Como una patada?
Claudio: Otra vez, el tapiz está pútrido, canceroso. Habrá que cambiarlo.
Micaela: Claudioela o Micaclau… Lo que sea que soy no es un cuerpo sano… no es un ser feliz… No sé si se pueda convivir en armonía, en pareja, en comunión, de alguna forma y seguir siendo un solo ente sano.
Claudio: Debo decirle a Micaela del cáncer, pero temo que sea yo quien se lo causa. No quiero dejar de venir a su cuerpo. ¿Puedo decírselo ahora? Por cierto, mi vida, estás cundida de tumores, de células tuyas que se rebelan contra ti, y creo que soy su líder.
Micaela: Si Micaela lo llevara a sus intestinos, podría digerirlo; a su cerebro, razonarlo; a su colon, mandarlo a la mierda… Pero no quiere, siempre lo lleva al corazón. Para que vea que se pudren por dentro. De corrupción, de apatía, de cariño mal sano.
Claudio: Durante mis últimas visitas he encontrado más y más cáncer; lo raspo y lo tapo, pongo lo que se me ocurre para taparlo. La escalera, el tapiz, un cuadro, una foto. Pero regresa.
Micaela: Aun así, prefieren estar juntos. Necesitan estar juntos.
Claudio: Hay veces que veo algo, sentado en la única silla de su corazón. Una sombra, no es una persona. Se parece a su padre, a su madre, al terapeuta, algo del pasado o del futuro… algo multitudinario y a la vez sin rostro.
Micaela: Es su sombra. El idiota de Claudio no distingue ni su sombra.
Claudio: Amo a Micaela y a mi país sobre todas las cosas.
Micaela: Él nunca se ha sentado en esa silla. Una silla sólo existe para sentarse, Claudio.
Claudio: Amo a Micaela y a mi país sobre todas las cosas. Los amo y los destruyo, tratando de hacerlos más grandes, más fuertes.
Micaela: Claudela o Miclau es un ser pretencioso e infeliz, como cualquier ser humano: siéntate en la silla, siéntate en mi corazón. Sé el de las decisiones y las consecuencias, por una vez en tu vida, Claudio; toma responsabilidades.
Claudio: Amo a Micaela más que a mi país, ella es mi país, y hago todo, todo por ella, hasta ayudarla a destruirse.
Micaela: Siéntate ya, siéntate y cállate, cariño.
FIN
Alejandra Castro. Escritora. Fue becaria de la Fundación para la Letras Mexicanas durante el periodo 2012-2013 y 2013-2014. Colaboradora en el departamento de redacción e investigación de la Enciclopedia de la Literatura en México y la publicación El Ocaso del Porfiriato, antología poética de Pável Granados.