
Psicología
Silvestre
Luis Marín
lo que pasa con el alma es que no se ve
lo que pasa con la mente es que no se ve
lo que pasa con el espíritu es que no se ve
¿de dónde viene esta conspiración de invisibilidades?
—Alejandra Pizarnik
Nadie quiere seguir hablando de los locos vulgares que son los psicólogos: a nadie le interesan. Se habla, más bien, de lo que Freud llamaba la “Psicopatología de la vida cotidiana” o, como algunos opinan, y yo comparto, de la Psicología Silvestre.
Los psicólogos hablan de una “vulgarización de la psicología”, como si tal cosa no pudiera ser posible a partir de los psicólogos mismos. Lo irónico es que somos nosotros quienes condemos la psicologización de todas las cosas. [Psicología para psicólogos].
Hay algo de nosotros que sí me molesta de sobremanera: esta pretensión de querer interpretar y saberlo todo. Si bien es cierto que debemos aprender a mirar al otro desde el otro y no desde nosotros mismos —es decir, que debemos aprender a quitarnos los prejuicios—, también es cierto que esa necedad de ir por la vida “psicoanalizando” a la gente, si es que tal cosa puede ser posible, es otra suerte de prejuicios, otra suerte de intolerancia. Mi propuesta es aprender a escuchar y cuestionar, comenzar cuestionando la educación institucionalizada, dejar de creer a pie juntillas todo y dejar de aprender a la letra para que a los clínicos se nos quite la soberbia.
Parafraseando a Julio Cortázar: todo es Psicología, es decir fábula. ¿Pero de qué nos sirve la verdad que tranquiliza al propietario honesto? Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir, psicología, psiquiatría, psicometría, psicoanálisis, todas las psi’s de este mundo. Los valores, psi-; la santidad, una psi-; la sociedad, una psi-; el amor, pura psi-; la belleza, psi- de psi’s.[1]
Pero, a todo esto, ¿qué es la psicología? ¿Una ciencia natural?, ¿una ciencia de la subjetividad?, ¿del sentido interno, íntimo?, ¿de lo externo?, ¿de las relaciones y del comportamiento?, ¿o es sólo una excusa para tener de qué escribir y hablar?
La pregunta “¿qué es la Psicología?” parece más perturbadora para el psicólogo de lo que es para el filósofo la pregunta “¿qué es la Filosofía?” […]. Para la Psicología, la pregunta, por su esencia o, más modestamente, por su concepto, cuestiona la existencia misma del psicólogo en la medida en que, al no poder contestar exactamente sobre lo que es, se le hace muy difícil poder responder por lo que hace. Sólo puede buscar, entonces, en una eficacia siempre discutible la justificación de su importancia como especialista...[2], escribe Georges Canguilhem.
Es sabido que siempre se busca una correlación directa del concepto de una ciencia con su objeto de estudio, ya que éste dictaría su método. En el estricto sentido del término “psi”, la psicología sería, etimológicamente, una ciencia del alma (Psique, alma; logía-, estudio). Y sin embargo el objeto no dicta el método, puesto que no lo hay. Es debido a esta imposibilidad metodológica que la psicología muchas veces no es considerada una ciencia en el sentido que no es medible ni observable. Lo que pasa con el alma es que no se ve, es decir la mente.
A la pregunta “¿qué es la psicología?” se puede responder poniendo de relieve la unidad de su campo, a pesar de la multiplicidad de proyectos metodológicos.[3] Pero esas cuestiones dicotómicas existenciales no nos atañen. Hablamos de una psicología vulgar, una psicología silvestre; hablamos de la Psicopatología de la vida cotidiana: ésa que está en el metro, en los mercados, en las calles y en las conversaciones.
Definir a la Psicología como una ciencia o un estudio implicaría esbozar una historia de la misma, pero queremos hablar del día a día, del quehacer cotidiano. A lo que nos referimos al decir que tal o cual persona es un “neurótico”, o una “histérica”, ¿qué se es cuando se es narcisista o cuando hablamos del “Complejo de Edipo”? Porque, al final de cuentas, ¿todo ello con qué se come?
Todos los conceptos freudianos (y no sólo freudianos, sino también psicológicos): traumatismo, inconsciente, transferencia, pulsión, repetición, represión, resistencia, angustia, complejos de Edipo y castración, yo, ello y superyó, neurosis, psicosis, perversión, fantasía, narcisismo, todos, el que se quiera, experimentaron cambios […]. “Conocer” un concepto es saber de sus vicisitudes con el correr de los años.[4] Es en este sentido que, en lo personal, no me molesta esa “vulgarización de la psicología”, esa “psicologización” de todas las cosas, ese génesis de las Psicología Silvestre, porque yo no vulgarizo los términos, yo los prostituyo, debido a que creo que son tan de la vida como de la psicología, tan de todos como de los psicólogos.
Santo Freud de los apurados, hemos creado una psicología silvestre.

[1] Haciendo referencia al capítulo 73 de Rayuela, Julio Cortázar. México, DF., Punto de Lectura, Santillana Ediciones, 2010.
[2] G. Canguilhem, “¿Qué es la psicología?”, © 2000-2001-Copyright ElSeminario.com.ar
[3] L’unité de la Psychologie. Paris, PUF, 1949 (Trad. Al Cast.: Ed. Paidos)
[4] Néstor A. Braunstein, Las lecturas de Freud.
Preguntas sobre la tragedia. -"El viernes 7 de noviembre escuché el informe rendido por el procurador general de la república, licenciado Jesús Murillo Karam, sobre la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, municipio de Tixtla, Guerrero; los 43 muchachos desaparecidos con la complicidad de los poderes del estado, de quienes el procurador nos dice que están muertos. En medio de la rabia y el dolor que me abrumaban, se me ocurrió esas misma tarde una acción inmediata, la única que en mi impotencia encontré: una huelga de hambre indefinida hasta que la autoridad nos diera respuesta a las preguntas fundamentales: ¿dónde están?, ¿qué les hicieron?, ¿quién se los hizo?, ¿por qué?"
[Texto publicado en El presente del pasado 2.0, por Pedro Salmerón Sanginés]