
Puta
y
Burguesa
Lucio Rogelio Avila Moreno
Fría como el patriarcado y peligrosa como la idea que éste tiene sobre la feminidad, Isabelle es la protagonista de la última película de François Ozon, Jeune et jolie (2013), traducida como Joven y bonita en México, donde se retrata la historia de una joven burguesa de diecisiete años que vive con su familia en el París contemporáneo y decide prostituirse, se publicita en internet y contacta a sus clientes por teléfono móvil, ve pornografía para emular los gemidos de las mujeres grabadas en vídeo para posteriormente ser distribuidas, al igual que ella, por la web; se convierte en Lea, la rubia prostituta de lujo en cuerpo de modelo, ya que no se puede obviar la procedencia de la actriz que personifica a esta singular joven, Marine Vacth, modelo que fue la imagen para la fragancia de la famosa marca Yves Saint Laurent, ella es joven y bonita, aunque probablemente lo que más debe llamar nuestro interés es la mezcla ente puta y burguesa.
La película de François Ozon es un homenaje a la mítica prostituta Sévérine Serizy (Catherine Deneuve) protagonista de Belle de Jour (1967) de Luis Buñuel, mujer burguesa que busca satisfacer sus fantasías sexuales en una casa de citas, prostituta de día y esposa de noche. El personaje de Ozon no es esposa pero sí adolescente, una etapa crucial repleta de distintas experiencias,
Isabelle es la joven burguesa con todos los privilegios que esto representa, pero agregando el delicioso aditamento de la prostitución de lujo, se trata de transgresión y experimentación sexual dentro de un ambiente cuidado que al mismo tiempo juega con las reglas del contexto, ironizando los valores normativos del París actual, la película cuestiona algunas de las Instituciones que rigen a una sociedad de moral burguesa y acomodada, como son el matrimonio, la familia, el noviazgo, la psicología (psicoanálisis y el raciocinio que esto conlleva), la policía, pequeños aspectos de control y vigilancia sobre los cuerpos jóvenes y sus experiencias sexuales.
Isabelle (Lea) juega el juego del estereotipo femenino, teatraliza su sexualidad, acentúa sus atributos físicos, reviste su cuerpo para provocar el deseo sexual casi por inercia y contagio cultural, es el performance heredado a su género.

Se convierte en dispositivo de control sobre las fantasías masculinas y con ello propone un giro refrescante, aunque nada novedoso dentro de la prostitución en el cine: es la prostituta consciente y sin culpa que al ser descubierta crea conflicto entre las personas de su entorno, sobre todo en las mujeres conservadoras que temen les roben a sus maridos. Lea representa la posibilidad de una amante “desalmada”, lo único que se debe hacer es pagar por ella, sin amor de por medio, sin necesidad de un ritual social como lo es el cortejo, las cenas y los cumplidos prefabricados culturalmente.
Con la prostitución se puede acceder a la juventud y la belleza por trescientos euros, Lea sube el precio según se hace consciente de la misoginia y el deseo de sus clientes, el conocimiento sobre el propio cuerpo no omite la agresión de externos; sin culpabilizar a nadie, el director, quién también escribió el guión, apuntala cierto maltrato de los clientes hacia las prostitutas, sin embargo es un repudio creado por los códigos y sistemas de creencias de la sociedad en la cual se mueven los clientes, insultando a la prostituta y limpiando la conciencia del cliente dentro de una doble moral burguesa. Al parecer el cine occidental busca constantemente la reapropiación del cuerpo femenino, e incluso más allá, de cualquier cuerpo que venda orgasmos con la intención de sacar provecho personal. Son pocas las películas que escapan del estereotipo sobre prostitutas que caen en desgracia o son salvadas de la miseria al ser reinsertadas al sistema burgués mediante el matrimonio o las relaciones monógamas de aparente estabilidad.


La prostituta contemporánea es una creación del imaginario masculino, que en algunos casos es reapropiado por ciertas mujeres para satisfacer necesidades económicas (como en la reciente película de Malgorzata Szumowska, Elles, 2011) e incluso fantasías y experiencias sexuales, como el caso de Jeune et jolie, es la aventura adolescente que se describe en el poema de Rimbaud (recitado en la película) solitaria, informal, entre el hastío y el enamoramiento.
Una de las mayores virtudes es la neutralidad de Ozon al no estigmatizar la prostitución como negocio, ni idealizar a la adolescencia, incluso inserta la escena de una fiesta y retrata ciertas banalidades propias de la edad, con ello hace patente su intención, nos encontramos ante algo más elevado, es la búsqueda sensorial, sexual e identitaria de su protagonista mediante la prostitución, sin embargo nada es explícito, se nos permite especular sobre las razones de Isabelle, todo se decanta en la imagen y su acertado montaje. Se agradece la elegancia con la que se retratan las escenas de sexo y lo erótico, la fotografía de Pascal Marti, luminosa y puntual, mantiene los colores ocres, solemnes a pesar del cambio de estaciones, podría haber empleado una paleta de color más amplia y que los meses no solo jugaran con el estereotipo del florecimiento y toma de conciencia del personaje. Las canciones melancólicas de Françoise Hardy acentúa el tono de alguna secuencia al yuxtaponer emociones discordantes, la diva del pop es ya un referente en las películas del director galo.
En el nivel más árido de la ecuación nos hallamos ante el intercambio de poder: dinero por sexo, aunque más allá se encuentra la historia de una joven que desea experimentar con su sexualidad arriesgándose dentro de ciertos límites que denotan seguridad, prostituta sí, pero de lujo y no con cualquiera. El mismo juicio se puede ejercer sobre Ozon, aunque irónico también es ecuánime, al igual que su protagonista se atreve a tocar temas tan viejos como espinosos, señala débilmente algunos rezagos de conservadurismo en el espectador, pero aún así mantiene un diálogo tímido con el público, probablemente con fines de mercado que rozan lo políticamente correcto.
Centrada en la frialdad de su personaje, la película que podría haber sido una aventura psicológica o inquietante se remite a un retrato social. Su protagonista es demasiado fría, impenetrable, los espectadores somos sus clientes no sus cómplices, cuando lo desea coquetea con nosotros, cuando no, desnuda el cuerpo, la seguimos y no tocamos, como el auténtico voyeur que representa el cinéfilo. La buena noticia es que nos encanta ser voyeurs, caer ante el mutismo elegante y sensual que representa lo mejor del cine de François Ozon, así como la contrariedad que puede provocar la historia en las pequeñas mentes moralinas y conservadoras, la prostitución sin aparente necesidad económica crea conflicto a quien la juzga, pero una puta sin culpa es una que no necesita redención, opta por la libertad y crea una pequeña brecha temporalmente autónoma, se elige a sí misma contra todo lo que le rodea al emplear su cuerpo e inteligencia para obtener experiencia y placer, esa es Jeune et jolie.

Lucio Rogelio Avila Moreno, licenciado en Artes por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Cinéfilo incurable, adicto al arte, la literatura y el café. Fue beneficiario del PECDA en 2008 y estudió en la Universidad de Valencia. Ha publicado textos en páginas y blogs de la Web como El Criticón, La Butaca, El Perro Café, Cinefis, Égalité, y otros. Cree en los medios libres, las zonas temporalmente autónomas y los libros impresos.