top of page

Los perros del coloquio

Erick Salgado

Terminó de leer El coloquio de los perros y se quedó sentado reflexionando al respecto. De pronto se levantó y salió a la calle caminando desesperadamente. Dobló varias esquinas y al final entró en una casa abandonada.

     ―Hey, par de perros. ―gritó al momento que husmeaba en una habitación. Después chifló y comenzó a llamar a los canes, los cuales, al escuchar los chiflidos, salieron de un cuarto levantando las orejas.

     ―Ahí están ―exclamó―. Tengo algo que decirles ―al escucharlo hablar, los perros se desinteresaron y se disponían a alejarse; entonces él dijo:

     ―Sé que me entienden. Sé que todos los perros lo hacen ―pero los animales hacían caso omiso―. Yo conozco a Cipión y a Berganza ―agregó.

     ― ¡Mientes! ―ladró uno de los perros.

     ― ¡Cállate! ―ladró el otro.

     ― ¡Ajá! ―gritó él humano con emoción ―. Respóndanme, perros: ¿por qué nunca hablan con nosotros los humanos? ―Los canes se miraron como pensando “éste cree que vamos a responderle”.

     ―Vamos, digan algo. Ya los escuché hablar. No le diré a nadie que lo hacen.

     Los perros lo miraron un momento y luego uno de ellos dijo:

     ―No, no, “el hablar nosotros pasa de los términos de la naturaleza." Deja de insistir.

     ―Eso dice Berganza en El coloquio de los perros. ¿No es así?

     ―Así es. ¿Por qué has leído esa novela? Es para perros, no para humanos.

     ― ¿Acaso es un tipo de escritura sagrada?

     ―No digas más, compañero ―sentenció el segundo perro―. Recuerda que no debemos usar del oficio que por ningún caso nos toca.

     ―Eso también está escrito en la novela, ¿verdad? ―interrogó el humano.

     ― ¿A qué has venido? ¿Sólo a platicar con nosotros?

     ―Me gustaría preguntarles algunas cosas. ¿Por qué no platican con los humanos? ¿Por qué no hablan en voz alta?

     ―Hemos eliminado la necesidad de decir cosas sin sentido sólo para "llenar el hueco del silencio", como ustedes lo llaman. Nos comunicamos cuando es esencial y con otro tipo de lenguaje.

     ―Me parece que ustedes, perros, han alcanzado un nivel de conciencia más elevado que el del humano, porque no cualquiera defeca en la calle y camina como si no pasara nada; o pocos se comen su vómito con la soltura con la que lo hacen ustedes; sé que hay una buena razón para eso. Además, han desarrollado un sentido de la libertad muy curioso: se reproducen con quién les place y cuando lo desean; es un libertinaje que pocos se atreven a practicar. Sin embargo se aparean sólo cuando es necesario. Entonces... es un tipo de libertinaje moderado. Algo así como lascivos con medida.

     ―Cállate, por favor ―interrumpió el segundo perro―. Ladras más que yo.

     ― “Quisiera que a esos tales les pusieran en una prensa, y a fuerza de vueltas, les sacaran el jugo de lo que saben." ―agregó el primer perro.

     ― ¿Otra cita de la novela? ―preguntó el humano.

     ―Nos sirve para moderar nuestro comportamiento y convivencia con ustedes.

     ― ¡Pero ustedes son nuestros mejores amigos!

     ―"¿Quién será poderoso a dar a entender que la defensa ofende, que las centinelas duermen, que la confianza roba y el que os guarda os mata?"

     ― ¿Eso a qué viene? Es otra parte del libro ¿cierto? ―preguntó el humano.

     ― ¿En verdad no lo entiendes? ―preguntó el segundo perro.

     ― No.

     ― ¿El hecho de que vivamos en la calle no te dice nada?

     ―Sí, supongo que en realidad la defensa ofende y todo eso. Pero por el momento háblenme como si fuera su amigo. Díganme cómo viven sin comunicarse oralmente ¿No se cuentan cuentos, chistes o historias entre ustedes?

     ―La única historia que creemos necesario conocer ya sabes cuál es. Respecto a los chistes, bueno, nos reímos de lo que vemos, y en ocasiones defecamos en lugares estratégicos para que ustedes se embarren los pies. Eso es en verdad gracioso.

     ―Bueno, bueno, para nosotros es en verdad molesto. Pero ahora díganme qué pasa con los gatos; porque cuando una gata se está apareando, y maúlla de dolor, así de feo como suelen hacerlo, ustedes salen ladrando enfurecidos, con ánimo de castigarla; como si no le bastara el sufrimiento que ya experimenta ¿por qué?

     ― ¿No te gustaría preguntarnos por qué nos revolcamos en carroña o excremento?

     ―Sí, también me gustaría saberlo.

     ― ¿O por qué nos comemos las moscas?

     ―Sí, por supuesto.

     ― ¿O por qué perseguimos nuestras colas?

     ―También.

     En ese momento una señora con su hija pasaban caminando fuera de la casa, y miraron a través de una ventana.

     ―No hagas, caso, hija. Ese señor está loco y piensa que los perros le responden.

Erick Salgado radica en Iguala, Gro; es integrante de la revista literaria temática Los tlacuaches; ha participado en diferentes eventos literarios de la ciudad de Iguala y ha sido coorganizador de algunos, como son el homenaje a Miguel de Cervantes y el segundo encuentro de escritores Mordiendo la razón.

Revista Moria 2017 | Algunos Derechos Reservados | Todas las imágenes utilizadas proceden de bancos autorizados, a menos que se indique lo contrario | Los autores nos permiten la reproducción de sus textos |  Dirección editorial: Yeni Rueda López | Editor: José Quezada | Corrrección de estilo: Iliana Vargas| Asistente editorial: Ivana Melgoza | Correo electrónico: colabmori@gmail.com | Diseño web: RM

bottom of page