
Jugando al amor | Una interpretación del Arte de amar, de Ovidio
Ana Laura Torres Hernández
Publio Ovidio Nasón fue un poeta romano nacido en el poblado de Sulmona hacia el año 43 a.C. Realizó estudios de gramática y retórica en la ciudad de Roma y durante su juventud temprana trató de incursionar en la faena política, mas sin éxito alguno. Después de la escritura de su primera obra titulada Amores, Ovidio se convirtió en un punto de referencia para comprender la lógica y utilidad de las técnicas de seducción.
Ars amatoria, hoy mejor conocida como El arte de amar, fue su segunda obra publicada alrededor del año I d.C. La fama de este tratado, sobre las formas más eficaces de conquistar y ser conquistado, fue muy notoria entre los romanos que, sin importar su rango social, se aproximaban a la lectura de Ovidio con la finalidad de recibir consejos para ganar el amor.
El arte para Ovidio consiste en un conjunto de reglas que configuran una serie de procedimientos útiles para la consecución de un fin específico. Estos procedimientos se deben seguir con cautela y de forma reiterativa para conseguir el éxito.
Por otro lado, el amor se convierte en una meta que se vislumbra desde una línea de inicio imaginaria. Hay que destacar que en el “Libro primero” y el “Libro segundo” del Ars amatoria, Ovidio instruye en el arte a sus lectores para conseguir los favores de una dama, mas sin hacer explícita la presencia del amor en ese trayecto, en este sentido el amor en sí mismo toma forma femenina y se materializa en un trofeo.
De esta forma tendríamos que el arte y el amor se pueden equiparar con dos casillas de un mismo tablero, cuyas posibilidades de ser recorrido convierten el arte de amar en un juego visual.
Amar y ser amado es jugar, ¿pero por qué? Porque, según Ovidio, en el arte existen reglas a seguir como en cualquier juego, además se requiere de ciertos espacios para poner en práctica sus consejos; por ejemplo los teatros o las fiestas, de igual modo en el juego también es necesario encontrar ambientes determinados para llevarlos a cabo. Por otro lado hay una cantidad estimada de participantes para conseguir el objetivo final, de esta manera el hombre que corteja, la dama que se niega y las demás mujeres u hombres que interactúan en esta situación, se convierten en jugadores con roles específicos.[1] Ahora bien, ¿qué entiende Ovidio sobre el llamado arte de amar, en qué medida es éste un arte y por qué? En principio el autor comienza la exposición de su texto con una división entre dos categorías fundamentales, es decir, el arte y el amor, pues es el arte quien debe llevar el mando en la travesía que conducirá al lector hacia el destino deseado: “El arte impulsa, con las velas y el remo, las ligeras naves; el arte guía los veloces carros. También el arte debe guiar al amor.”

Cada juego tiene un punto de partida, Ovidio propone que ese punto es la construcción del enamoramiento: el hombre debe tomar ciertas estrategias para convencer a su contraparte de que sus sentimientos son sinceros. A su vez la mujer tiene un papel activo ya sea limitando o permitiendo el acceso del caballero a su corazón. De esta manera, sólo siguiendo las instrucciones de la partida, el jugador conseguiría el amor, a continuación cito un ejemplo:
“Cuando asistas a un festín en el que abunden los dones de Baco, si una muchacha que te atrae se sienta a tu lado [...] entonces podrás, con palabras veladas, dirigirle frases amables en las que con facilidad pueda interpretar tus intenciones. Escribe en los mármoles de la mesa con el dedo mojado en rojo mil ternuras que le aseguren tu pasión avasalladora. Clava en los suyos tus ojos fogueados de cariño. Arrebátale el vaso en que posó los labios y bebe por el mismo lado que ella bebió. [...]”[2]
Como antes comenté, considero que para Ovidio el amor tiene forma femenina y eso nos explica también el carácter del éste como un juego visual. A lo largo de su texto, el autor hace hincapié en la necesidad de “mostrar” e inclusive “explotar” las características físicas, principalmente de las mujeres, quienes deben atraer al oponente con el anzuelo de la belleza para conducirlo hasta el sitio deseado.
El hombre debe corresponder a la mujer con la admiración: “[...] podrás admirarla a tu gusto y le podrás comunicar, con el amoroso lenguaje de los ojos y de los gestos, toda tu pasión indetenible.”[3] La relación entre el atractivo visual y el arte se evidencia en las descripciones de Ovidio sobre el comportamiento que deben asumir los hombres para aproximarse a las mujeres, sin olvidar que existe una gran diversidad entre ellas y que para cada caso es necesario considerar elementos distintos.
Jugando al amor el arte conduce a los participantes por un camino que exacerba sus sentidos y que culmina en la definición de un lenguaje estrictamente personal, en tanto que facilita la comunicación entre dos personas únicas, mas también universal porque el juego del cortejo puede ser identificado por todos aquellos que están a su alrededor.
[1] Publio Ovidio Nasón, El arte de amar, México, Editorial Época, p. 17.
[2] Íbid, p. 34 y 35.
[3] Íbid., p. 32.

Ana Laura Torres Hernández es egresada de la licenciatura en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha recibido diferentes distinciones, tales como la medalla Gabino Barreda, en reconocimiento a su buen desempeño académico. En 2011 estudió Lengua y Cultura Italiana en la Universidad de Udine en Italia y, en 2012, cumplió una estancia semestral en la Universidad de Ferrara, también en Italia. Ha realizado trabajo de difusión e investigación en diferentes museos. Ha participado como ponente en distintos coloquios con temáticas relativas a la historia y la filosofía del arte, así como en proyectos de corte patrimonial.