
Herodes hoy
Richard Viqueira
Una madre defiende a su hijo acusado de su posible tiranía al crecer. Herodes, el acusador y el acusado entremezclan sus vidas en el juicio. Este fragmento de obra, con precisión y sólo dos personajes en el diálogo, logra generar una atmósfera dramática atrapante.
Entra el Soldado cargando con rudeza a un bebé.
Herodes: ¡Trátalo como si fuera tuyo! Aún no sabemos si es culpable.
Entra la Madre detrás del crío.
Herodes: ¿Mujer?
Silencio.
Herodes: Te permito hablar. ¡Habla!
Madre: ¡Señor!
Herodes: ¿Qué haces aquí?
Madre: No sé nada, ¡pero ése es mi niño!
Herodes: ¿Para qué vienes?
Madre: No ha hecho nada, lo juro... ¡Es mío!
Herodes: Lo sabemos.
Madre: ¿Cómo? Entonces, ¿saben quién soy?
Herodes: No y eso no importa. ¡Pero es él a quien queremos!
Madre: Entonces, ¿esto no fue una confusión?
Herodes: No, está acusado.
Madre: ¿De qué?
Herodes: Cuando crezca... ¡Podría volverse una amenaza! Un tirano. Puede ser un peligro hasta para ti.
Madre: Es mío. ¡Véame!, yo no engendro grandes hombres. Mi hijo será un nuevo esclavo. ¿Qué más puede ser? Véame a mí.
Herodes: Aún nada está demostrado. Podríamos encontrarlo inocente y sería liberado de inmediato, tienes mi palabra.
Madre: ¿Y quién lo defenderá?
Herodes: ¡Escoge al hombre más sabio de la corte!
Madre: ¡Lo escojo a usted!
Herodes: ¡Imposible! Yo seré la otra parte. ¡Quien le acuse!
Madre: ¿Mi hijo acusado por la autoridad?
Herodes: No lo seré mientras dure el juicio.
Madre: ¿Y quién se opondría a usted?
Silencio.
Madre: ¡Sólo una madre!
Herodes: Junto a ti hay hombres cultos. Ellos podrán hacerlo mejor.
Madre: Pero no sienten nada por él.
Herodes: Sentir no es salvar. ¿Y entonces quién habrá de defenderlo?
Madre: ¡Quien lo engendró!
Herodes: ¿Tú?
Madre: ¡Exijo ese derecho! Soy responsable de él.
Herodes: ¡Como yo de este pueblo!
Esposa: Mujer, recapacita...
Herodes: No resistirás la presión del juicio.
Madre: ¡Soporté un parto!
Herodes: Argumentarías contra mí. ¡Provengo de una casta de líderes, reyes!
Madre: ¡Y yo de una especie más sabia y antigua!
Herodes: ¿Estás segura de tu decisión?
La Madre asiente.
Herodes: Bien... Si así lo quieres. Sólo una condición. Ni media lágrima. Si derramas una sola serás destituida de su defensa.
Madre: Acepto.
Herodes se pone de pie.
Herodes: Aquí sólo impera las razones y el veredicto queda sujeto a esta norma, ¿queda entendido?
La Esposa asiente.
Herodes: El juicio se dispone a comenzar. (A la Madre) ¿Cuál es su nombre?
Madre: Aún no tiene.
Herodes: ¿Y no crees que sea hora de nombrarlo?
Madre: ¿Para qué?
Herodes: ¡Nómbralo!
Madre: Se llamará...
Silencio.
Madre: ¡Herodes!
Silencio.
Madre: Sí. ¡En su honor!
Herodes: No puedes llamarlo como yo.
Madre: Ninguna ley me lo prohíbe.
Herodes: ¿Y por qué mi nombre?
Madre: Para que siempre que lo mencione recordará usted su propia suerte.
Herodes: Ahí te equivocas. El niño y yo somos dos.
Madre: No. Desde hoy su destino está unido.
Herodes: Está bien, llámalo como te plazca. Es irrelevante. Entonces...
Silencio.
Herodes: ¡Herodes, tu juicio ha de comenzar!
Silencio.
Madre: ¿De qué se le acusa?
Herodes: De maldad.
Madre: ¿Siendo su vida tan temprana?
Herodes: No hay maldad joven. Viene con nosotros, nos acompaña desde el parto.
Madre: Entonces la culpable soy yo. Que a mí se me juzgue.
Herodes: No es esa maldad la que se discute hoy, sino la del niño.
Madre: Pero es inocente.
Herodes: ¿Y cómo estás tan segura?
Madre: Soy su guardián.
Herodes: ¿Y no ha cometido ninguna falta?
Madre: Vivir.
Herodes: De eso no se culpa a nadie.
Madre: Pero se pone como precio para sus actos.
Herodes: Aclaremos: aunque fuera hallado culpable, no sería necesariamente condenado a morir. No te anticipes.
Madre: Apenas nació, ¿y podría pasar el resto de su vida aprisionado?
Herodes: Tampoco dije eso. Primero indagamos su crimen, después su sentencia.
Madre: Presiento que ya está dictada.
Herodes: A eso le llaman destino.
Madre: Regresemos entonces hasta el predestino.
Herodes: Explica eso.
Madre: Un segundo antes de tomar la de decisión, la cuestión está en saber distinguir el instante ¡y es ahora!
Herodes: (Susurra.) Siento que esto ya lo viví.
Madre: Si lo condena, me temo que aquel con su nombre sufra lo mismo.
Herodes: No entiendo quien así defiende a su hijo.
Madre: Ni yo quien defiende así a su pueblo.
Silencio.
Madre: ¿Y si usted fuera él? Si lo mataran a esta misma edad, ¿qué actos suyos no se hubieran generado hasta hoy día?
Herodes: ¿Quieres que yo me juzgue? Sin duda, la promulgación de la nueva ley, de la que se debe sentir orgullo tu pueblo.
Madre: Pero también este juicio. Ponga sus hechos en balanza: ¡la nueva ley o mi hijo! ¡Elija por lo que merece ser juzgado!
Herodes: (Susurra.) Qué extraño presentimiento.
Madre: Hablo de madre a madre.
La Esposa se incomoda.
Herodes: ¿Madre yo?
Madre: Está gestando una sentencia, pero todavía puede abortar. El predestino, ¡elíjalo!
Herodes: ¿Otra vez la sensación?
Un relámpago truena afuera.
Madre: Un relámpago.
Herodes: ¿Qué?
Madre: ¿Sabe lo que significa?
Crisis de tos de Herodes, se cubre la boca con un pañuelo y éste queda ensangrentado.
Madre: ¡Anuncia una grieta en el tiempo!
Todos los presentes asisten a Herodes, pero la situación empeora.
Madre: ¡Elija ya!
La Esposa le da a beber vino a Herodes.
Herodes: (Se recupera.) Recuerdo algo de mi infancia, vagamente, dime: ¿cómo se amamanta?
Madre: ¿Mi hijo? Como cualquiera.
Herodes: ¿Has sentido cómo succiona tu pecho?
Madre: Por supuesto.
Herodes: ¿Y no hay nada sospechoso?
Madre: No.
Herodes: ¿El niño es zurdo o diestro?
Madre: Diestro.
Herodes: Tapa su nariz.
La mujer se niega.
Herodes: Si no lo haces tú, el soldado.
La mujer lo hace.
Madre: Te quitó la mano con la izquierda. Es zurdo. Enséñanos tu pecho.
La Madre le muestra un pecho.
Herodes: El otro. El derecho.
La Madre descubre el opuesto.
Herodes: Confiesa. ¿Por qué lo ocultabas?
Madre: No lo hacía.
Herodes: ¡Ahí está la evidencia!
Madre: ¿De qué?
Herodes: El niño sorbe más de ese pecho, ¿o me equivoco?
Madre: Así es.
Herodes: ¿Y preguntas por su crimen?
Madre: No entiendo.
Herodes: ¿No puedes percibirlo? ¡La maldad ya está en su naturaleza!
Madre: ¿Cuál maldad?
Herodes: ¿No lo notas? ¡Es voraz y aún no tiene dientes! Mírate el pezón. Estás herida. ¡No es un niño, es un lobo!
Madre: No, nunca ha comido de más.
Herodes: ¿Y qué prueba tienes? Yo en cambio tengo tu pecho.
Madre: La prueba también está en mí. Yo soy el límite.
Herodes: ¿Límite de qué?
Madre: ¡De su hambre! Un hijo podría comerse a su madre sin ser un crimen.
Silencio.
Esposa: (A Herodes.) No estoy segura de que debamos continuar.
Herodes: (A la Madre.) ¿Estás diciendo que cada madre es la res de su hijo? El mundo estaría poblado por caníbales.
Madre: Está poblado por algunos.
Richard Viqueira. Actor, dramaturgo y director de escena. Ganó el Premio Mejor Obra de Teatro de Búsqueda Héctor Azar de la Agrupación de Periodistas Teatrales por su obra Vencer al sensei en 2006. Ha colaborado como director con la Royal Court Theatre de Londres y ha sido becario del programa Jóvenes Creadores del Fonca, de la Fundación Carolina de España, entre otros.