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Una nueva amenaza

en las favelas

de Ciudad Anarquía

Davo Valdés

Ilustración: Pablo Peña

CIUDAD ANARQUÍA. Todo inició con esos folletos anónimos que aparecieron en el centro de la ciudad. Tardaron en difundirse porque había toque de queda y porque la patrulla urbana había cerrado algunas calles luego de una serie de explosiones en lo que solía ser la biblioteca de los Últimos Días. Los folletos escritos a mano con una caligrafía furiosa y torpe denunciaban atropellos de paramilitares en la zona de las favelas. “Quieren erradicarnos porque la marginación ya no es una opción viable para la vida”, reza el texto en uno de sus fragmentos, “somos la nueva cara de la evolución”, concluye.  Pero nadie se atribuye el mensaje. No hay firmanes que reclamen. Sólo queda la enunciación: “¡aquí estamos!”

 

La siguiente pista llegó de un blog en la web profunda. Era una serie de imágenes borrosas de algunas zonas internas de las favelas. Las fotografías no eran buenas quizá porque había sido captadas a través de un celular de baja calidad, sin embargo, mostraban lo que parecía ser una pandilla. Jóvenes con máscaras tribales que escondían sus rostros. No queda claro si todo lo que visten es un disfraz, un uniforme para distinguirse como tribu urbana o si en realidad esconden algo debajo de ese ropaje. 

Es un secreto a voces. La gente lo ha comentado en las calles. Es una leyenda urbana que poco a poco parece revelarse como un hecho insólito y verídico. Existe una ola de crímenes con detalles que quizá podrían parecer aislados, azarosos y sin ninguna conexión entre sí, pero que indican la existencia de algo sin precedentes, incluso en esta época de postnuclear. 
Hablo de los Niños Gato.

 

Sí. Esa pandilla borrosa que aparece en esa fotografía anónima que muchos han calificado de falsa. Hablo del comunicado de las favelas, los crímenes en los almacenes de pescado, lo chismes que se filtran desde la periferia de mujeres con rostros felinos que trafican armas con los campesinos-robot, los relatos de algunos agentes de la patrulla sobre jóvenes que roban medicinas en los almacenes y que son imposibles de alcanzar por su destreza y agilidad. Incluso del caso no muy lejano de aquellas mujeres que fueron atacadas durante la noche en la Zona Prohibida y que mostraron heridas transversales como rasguños inmensos. Se creyó que era algún tipo de bestia mamífera del siglo XXI, pero, hasta la fecha, no hay evidencia de que ningún animal felino haya sobrevivido a la era postnuclear. ¿Entonces qué es lo que está afuera, en los tejados, al interior de las favelas diciéndonos “aquí estamos y somos la nueva cara de la evolución”?

Son los Niños Gato. ¿Cómo lo sé? Quizá en el texto se encuentre la pista más hermética, pero más reveladora: “nosotros, mezcla de ágata y metal, buscamos un nuevo órden”. Parece no decir nada nuevo, pero “mezcla de ágata y metal” es un fragmento de un poema que Baudelaire le escribió a los gatos en 1857. Al menos que hablen de forma literal y la amenaza sea aún mayor... 

Normalistas rurales, los primeros estudiantes guerrilleros. -"Campesinos despojados por terratenientes y estudiantes pobres que buscaban un cambio social son hostigados hasta que no encuentran otra salida que la rebelión. Muchachos de entre 18 y 22 años, la mayoría de quienes inauguraron la guerra de guerrillas en México y que perdieron la vida en el asalto al cuartel militar de Madera. Los documentos policiacos, que buscan justificar la masacre calificando a rebeldes, campesinos, maestros y estudiantes como “facinerosos”, “gavilleros” y “sedicentes”, reconocen, sin embargo, la “amplia simpatía” y arraigo de los guerrilleros en las comunidades de la región y las injusticias que gobernantes y terratenientes cometían contra ejidatarios y alumnos."
[Texto publicado en Contralínea, por Zósimo Camacho]

 

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