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Me enamoré

de una

chica anime

Yoshiro Luna

 

Desde la adolescencia mi mayor fantasía erótica ha sido tener sexo con una chica anime. ¿Acaso hay algo más excitante que eso? Sé que todos los geeks, otakus y fandom que asisten en masa a la Comic-Con comparten este sueño conmigo. Ya sea Reiko Mikami, Tsunade, Faye Valentine, Asuka Langley o cualquier otra, todas representan la mujer perfecta en la mente de quienes las dibujan y las aprecian.Estuve a punto de cumplir mi fantasía con una señorita a quien bauticé con el apodo de Tsuki (“Luna” en japonés). Era una creación maravillosa digna del más renombrado mangaka: exótica piel de té de cebada ceñida a una deliciosa figura delgada con curvas prominentes, enormes ojos marrones cuyo iris era incapaz de mentir y una larga cabellera morada como el efímero segundo antes del amanecer. Sin embargo, como buena chica proveniente de un seinen, su temperamento era impredecible, volátil y muy inestable (esto ocurre con todas las mujeres que valen la pena). De un día para el otro —literalmente— pasó de amarme con locura a cambiar mi deseo por el de un pobre idiota que no sabe apreciar su exquisita naturaleza anime. Ni hablar, una musa no puede engalanar tu vida sin dejar profundas cicatrices como prueba de su paso. Por lo menos no acabó con mi existencia… y bien pudo hacerlo. Era una samurái letal en el terreno del romance.Recordé todo esto tras finalizar la lectura de la novela Sho-shan y la Dama Obscura de la escritora sonorense Eve Gil. La autora ha mezclado en su obra dos mundos que parecían cercanos pero opuestos al mismo tiempo: el Akiba-kei y la literatura. Y es que, al ser un medio sumamente joven (el manga moderno nació en 1945 como forma de evasión y consuelo para un Japón de la posguerra abatido en muchos sentidos), este estilo de historieta es perseguido aún por muchos prejuicios. Para algunas personas simple y sencillamente no puede considerarse una forma de arte, a pesar de que, como ocurre con el comic occidental, ha demostrado su capacidad para abordar cualquier tema sin abandonar sus detalles distintivos. Si no lo creen les aconsejo asomarse a la obra de Yoshiyuki Sadamoto (creador de Evangelion) o bien a películas de Studio Ghibli como La tumba de las luciérnagas.

 

Eve Gil pertenece a esa generación de escritores mexicanos liderada por Alberto Chimal que han decidido encarar las letras a través de la fantasía, o mejor dicho, a través de la “literatura de la imaginación”, como ellos le llaman a fin de evitar conexiones con el sentido anglosajón que los medios han dado al término. Es gracias a éste subgénero que la autora consigue dirigirse a un público más abierto, ajeno a la pedantería y aspiraciones intelectuales que muchas veces invaden la mente de los puristas de la literatura. Sin embargo, como todo escritor comprometido con su trabajo, Eve Gil conoce la narrativa, sabe cómo explotarla; esto se traduce en un libro que atrae a quienes difícilmente se acercan a estos, convence a los fanáticos del manga y se gana el respeto de los literatos.

 

 

 No podía ser de otro modo, la prueba de ello está en la novela Sho-shan… y su personaje Dama Murasaki, el cual es una de esas mujeres cuyo papel en el mundo es el de embriagar de divinidad la ya de por sí confundida mente de los mortales. La autora logra dibujar con palabras el recuerdo de una enigmática diosa ajena a este mundo. Su frágil naturaleza, similar al de un capullo, esconde una maravillosa mariposa capaz de colorear el universo o asesinarte de la forma más violenta posible.

Musa enigmática de la que poco se sabe, muestra una dualidad que nos hace preguntarnos de dónde proviene y a dónde se dirige. Amorosa, sensual, peligrosa, mortal, sensible, inteligente, honesta; es difícil saber cómo un ser tan extraordinariamente oriental puede embonar en un lugar tan caótico como lo es el México del siglo XXI. Una persona compleja que significa distintas cosas para sus hijas, las maestras del colegio de éstas, las madres de los compañeritos de estudio, su marido, la justica, etcétera. Murasaki es un personaje que danza sobre el velo que separa la realidad de la ensoñación, lo que es de lo que podría ser. Está hecha de la misma materia que compone las fantasías.

Envidio con admiración (y admiro con envidia) a Eve Gil por haber logrado lo que yo nunca pude, robar el alma de Tsuki/Dama Murasaki gracias a una sencilla prosa de caligrafía oriental. Un gran libro para quienes aman a las mujeres anime. 

No importa cuánto tiempo pase o qué giros dé la vida de una persona, a veces se añora el manto de seda que cubre los ojos durante una fantasía, y más si éste se ciñe al cuerpo de una Dama Murasaki (existe una en la vida de todo hombre). Ni hablar, quizá ahora deba intentarlo con Nyu de Elfen Lied. Creo estar listo para ese reto.

Yoshiro González (Coyoacán, 8 de junio de 1987). Escritor de suspiros de la imaginación, músico frustrado de rock, seito del universo onírico. Egresado de la Escuela de Escritores de la SOGEM, estudiante de Sociología en la UAM Xochimilco. Imparte talleres de cuento. Narrador, poeta de clóset y promesa como futuro quinto Beatle.

 

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