
Juan Carlos Franco
Аркадина
Se problematiza la obra de teatro, sus extensiones, los personajes rusos o de analogías “shakesperianas”. Se hace un recorrido por los distintos tipos de personajes femeninos en la historia del teatro a partir de la plática de una madre con su hijo, para llegar a la conclusión de las dificultades que supone la creación de historias nuevas.
Una escena infantil: Arkádina espera con un libro en la mano a que vuelva Kostia, su hijo, a la cama.
Mamá, ¿qué se siente ser una actriz?
Ser una actriz es ser una gaviota.
Cómo.
Así nada más.
Silencio.
Mamá.
Qué.
¿En verdad te llamas Ofelia?
No.
¿En verdad te ahogaste en ese río?
No, mi niño.
¿En verdad la gente llora por ti?
No.
¿También te llamas Hedda Tesman?
No, no.
¿En verdad eres bella?
No.
¿En verdad sientes culpa?
No.
¿En verdad quieres enterrar a tu hermano?
No.
¿En verdad vives en casa de tu hermana a causa de tus nervios?
No.
¿En verdad eres infeliz?
No.
¿En verdad lloras cuando estás sola?
No.
¿En verdad eres tan sólo un personaje en una obra donde el protagonista es hombre?
No.
¿Eres una presencia indefinida, una bailarina de los caprichos de otros?
No.
¿Eres un gemido, un mutis, una caminata lenta después de la catarsis?
No.
¿En verdad te llamas Irina Nikoláievna?
Silencio largo.
¿Mamá?
¿Sí?
¿Me contarías una historia?
¿Tú eres feliz?
¿Qué?
¿La gente llora por ti? ¿Eres bello? ¿En realidad eres ése que llaman Treplev y vivirás infeliz tratando de escribir una tontería tras otra hasta que todas se te acumulen en el pecho o en la espalda como un fardo imposible de superar y termines dándote un disparo y les jodas la vida a todos los de la casa y a todos los espectadores sensibles y un poco depresivos que mirarán la obra aquí y allá y en todos lados?
¿Mamá?
Disculpa, Kostia, es que estoy un poco alterada.
¿Qué te altera, mamá?
El mundo y su relación con la verdad y la ficción.
Ése es un problema metafísico, mamá.
Deja de decir tonterías, Kostia, no hay nada de metafísico en esto que siento.
Silencio.
¿Me contarías una historia?
¿Quieres ser escritor?
Sí.
¿Y por qué no, para variar, me cuentas una historia tú a mí?
Pero eso no es divertido.
¿Y eso quieres hacer de tu vida, contar historias?
Silencio.
Había una vez un conejito.
A ver. ¿Qué te he dicho siempre?
«En esta casa somos realistas».
Los conejitos no pueden ser parte de una trama construida según el canon realista.
Pero mamá—
Sin refunfuñar. Los tiempos han cambiado.
Silencio.
Una actriz joven—
Así está mejor.
vive en un mundo donde la estrategia termonuclear ha triunfado—
Sé específico. La particularidad es el secreto del drama.
Vive en un mundo donde la guerra está a punto de estallar y nadie sabe si sobreviviremos hasta el día siguiente o moriremos por una guerra a distancia o un fuego cruzado o un muro que cae sobre nosotros. Pero ella vive tranquila en su casa de clase media a cuarentaicinco minutos al sur de la capital. Es feliz, sí. xxxxxx, se llama.[1]
Es un nombre horrible para una actriz.
Un día, saliendo de la escuela, decide aceptar el papel en una pequeña obra independiente, un unipersonal innovador, le dice el director, algo que no están acostumbrados a ver aquí, dice el director, un tipo de teatro que romperá las barreras de la teatralidad, dice el director, con ésta viajaremos por el país y por el mundo.
Pero no entiendo nada, señor director.
¿Mamá?
Si los personajes no tienen continuidad causal y lo único que hago en la obra es recitar y moverme, ¿estoy en verdad haciendo teatro?
Silencio. Arkádina ha entrado a una rapto ficcional: Kostia entiende.
Sí, xxxxxx.
No lo creo.
Debes creerlo.
¿Por qué no podemos montar una obra de Shakespeare?
Porque Shakespeare ya no nos dice nada.
Escándalo colectivo. Treplev, ahora un joven, se pone de pie.
Me niego a defender ante ustedes, puristas del teatro, a un dramaturgo marica que vivió hace cientos y cientos de años y que escribió en un lugar tan lejano al nuestro, una isla de corsarios colonialistas desbarrancados por su miedo a los extranjeros.
¿Entonces qué estamos haciendo?
Una obra. Una obra nueva.
No hay nada nuevo bajo el sol, señor director.
No me hables en ese tono, xxxxxx.
Soy la protagonista de este espectáculo, sea lo que sea este espectáculo, y puedo hablar en el tono que—
Si te gusta tanto la historia del teatro, te voy a agradecer que, como ha sucedido desde Sófocles, te calles la puta boca y hagas lo que te pido porque soy el director.
Silencio.
Vamos a seguir, desde la página 19—
Me estoy mareando.
Aquí, el personaje—
No me entra el aire. ¿Dónde está mi asistente?
Tú no tienes asistente.
¡Yákov! ¡Veo puntos blancos, maldita sea!
Ya puedes dejar eso.
Hay un río, la rama se rompe, estoy cayendo al río y no puedo respirar porque el agua me llena los pulmones, creo que—
xxxxxx, me estás rompiendo los testículos como no lo había hecho nadie nunca, pero tengo que aceptar que eres una gran actriz. Página 19—
Ahí, frente al bello sauce, se quitó las guirnaldas del cuello y queriendo subir a suspenderlas de las delicadas ramas, un vástago envidioso se quiebra y caen al torrente fatal ella y todas sus florales joyas. Las ropas huecas y extendidas la llevaron un rato sobre las aguas, semejante a una sirena, y en tanto iba cantando pedazos de tonadas antiguas, como ignorante de su desgracia, o como criada y nacida en aquel elemento. Pero no era posible que así durase por mucho tiempo. Las vestiduras, pesadas ya con el agua que absorbían, la arrebataron a la infeliz, interrumpiendo su canto dulcísimo, hacia la lodosa muerte llena de angustias.
Arkádina está destrozada. Todos la miran en silencio. De pronto, se acerca a proscenio para dar las gracias al público; empieza a faltarle el aire hasta tornarse roja, perder el equilibrio, manotear. Escándalo general. Gritos. Treplev se acerca a ella y le da respiración de boca a boca, desesperado. Poco a poco, eso va tornándose en un beso largo y apasionado, lleno de erotismo.
Silencio.
¿Mamá?
Silencio.
Kostia, mi niño, esa historia es una mierda.
No hay nada que contar, mamá.
Siempre hay una historia si estamos dispuestos a buscarla entre el lodo.
[1] El nombre de la actriz que interpreta a Arkádina en esta escena.
Fragmento de la obra Ella miró un pájaro blanco cruzar el cielo y pensó que podía ser una gaviota, y cuyo estreno fue el 6 de mayo por alumnos de la Licenciatura en Teatro de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
Juan Carlos Franco. Escritor, director de escena y periodista. Estudió la Licenciatura en Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es director artístico de Catamita y ganador del Concurso de Ensayo de Crítica Universitaria convocado por CONARTE en 2012.